Los espacios abandonados suelen ser imanes para historias inquietantes, y la antigua estación del tren de Cali es un claro ejemplo. Este lugar, testigo de tiempos prósperos, ha sido también escenario de tragedias y rumores que se niegan a morir.
Se dice que, en ciertas noches, el sonido de un tren fantasma atraviesa el silencio, acompañado por un temblor en el suelo y un vapor misterioso que parece provenir de otro tiempo. Sin embargo, este tren nunca aparece; su viaje quedó inconcluso en algún punto del pasado.
Otra leyenda que ronda la estación es la de aquellos que fallecieron en el desastre de 1956, cuando siete camiones repletos de dinamita explotaron, sumiendo a la ciudad en el caos y la pérdida. Muchos creen que los espíritus de las víctimas permanecen en el área, atrapados en un eterno retorno, incapaces de abandonar el sitio de la tragedia.
Para algunos, estas historias de apariciones son un recordatorio del fracaso de la industria ferroviaria en Colombia, un símbolo de progreso perdido. Sin embargo, los relatos no terminan aquí. En la estación y sus vagones abandonados, también se han asentado habitantes de calle, quienes encuentran refugio entre los restos de lo que alguna vez fue un emblema de modernidad.
Las leyendas alrededor de este lugar son múltiples y sombrías, cada una con un toque de tragedia que enriquece el imaginario colectivo de la ciudad.